Me Perdono
Ayer vi como
una conocida se sinceraba en su muro de Facebook,
hablando de cómo se nos hace difícil disfrutar nuestras vidas cuando seguimos
pensando en las malas decisiones, tonterías y conjunto de errores que cometemos
en el trascurso de ella. Todos tenemos una colección de boberías, una lista de
cosas que no debemos hacer, que existe gracias a nuestras experiencias, buenas
o malas.
De vez en
cuando estos ‘‘fantasmas’’ me visitan, me hacen sentir vergüenza y siento enojo
conmigo mismo por no haber hecho las cosas bien en el pasado, luego que me doy
cuenta que no hay vuelta atrás a esas decisiones, mi consuelo es ponerme a
pensar que quizás el único que recuerda esas cosas soy yo. Pues a menudo somos
los últimos en perdonarnos.
No debemos
esperar que las consecuencias de esos errores se vayan de la noche a la mañana
pero tampoco las quedemos observando mientras se van, no esperemos que todos
aquellos que herimos u ofendimos aparezcan para que ellos mismos digan: oye, no importa; para continuar con
nuestras vidas. Cuando en verdad los que tenemos que pararnos al espejo somos
nosotros mismos, sincerarnos y decir: Me perdono por arruinarme la vida, ahora
me paro de aquí y sigo adelante.
Admiro con la
sinceridad con la que esa chica escribió esas cosas en su muro, yo apenas
escribo pocas cosas aquí, pero hay que ser crudos hasta con nosotros mismos,
¿que serán estos recuerdos luego? No más que una simple espina en el dedo gordo
de tu felicidad. Entonces, ¿hay alguna razón para detenerla si no para aprender?
Mientras este mundo se derrumba no hagamos de esas cosas una amargada melodía
que nos haga sentir peores, sino un blues para aprender y que nos invite a
continuar recordando que la vida no se mide en los errores que cometemos, si no
en la sabia manera en que enmendamos esos errores.
Ten un gran día y Dios te bendiga.
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