Ni pequeña, ni jumbo
Tenía mucho sin escribir. Una de las razones por las que
dejé de hacerlo fue que estaba tratando de alcanzar cosas importantes en mi
vida —algo que, afortunadamente, he logrado y de lo que me siento muy
orgulloso—. Creo que ya había comentado sobre esto en alguna otra entrada, pero
ser “normal” ha sido algo valioso para mí. Me siento más genuino haciendo lo
que quiero, tomando mis propias decisiones sin enfocarme en las tendencias o en
lo que todos esperan de mí.
Vivimos en una época en la que pareciera que ser “normal”
—tener una vida tranquila, sin grandes altibajos, sin logros sobresalientes ni
dramas extremos— ya no basta. Todo tiene que ser excepcional: el cuerpo, la
carrera, las emociones, las relaciones, los viajes, incluso el sufrimiento. Las
redes sociales, la cultura del rendimiento y la constante comparación nos
empujan a pensar que lo ordinario no vale, que hay que vivir siempre al límite,
ya sea del éxito o del dolor.
Pero la normalidad no es fracaso. La estabilidad, la calma,
lo cotidiano también son formas de belleza. No todo momento tiene que ser épico
para ser valioso. Ser suficiente debería ser eso: suficiente.
Quizás la verdadera rebeldía hoy sea aceptar lo que uno es:
sin adornos, sin excesos, sin espectáculo.
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