Ni pequeña, ni jumbo

 

“Padre amado, me jodí. Estoy por defraudar a todos por ser normal.”
—Steven Burns (Las pistas de Blue), en el podcast de Rainn Wilson.

Tenía mucho sin escribir. Una de las razones por las que dejé de hacerlo fue que estaba tratando de alcanzar cosas importantes en mi vida —algo que, afortunadamente, he logrado y de lo que me siento muy orgulloso—. Creo que ya había comentado sobre esto en alguna otra entrada, pero ser “normal” ha sido algo valioso para mí. Me siento más genuino haciendo lo que quiero, tomando mis propias decisiones sin enfocarme en las tendencias o en lo que todos esperan de mí.

Vivimos en una época en la que pareciera que ser “normal” —tener una vida tranquila, sin grandes altibajos, sin logros sobresalientes ni dramas extremos— ya no basta. Todo tiene que ser excepcional: el cuerpo, la carrera, las emociones, las relaciones, los viajes, incluso el sufrimiento. Las redes sociales, la cultura del rendimiento y la constante comparación nos empujan a pensar que lo ordinario no vale, que hay que vivir siempre al límite, ya sea del éxito o del dolor.

Pero la normalidad no es fracaso. La estabilidad, la calma, lo cotidiano también son formas de belleza. No todo momento tiene que ser épico para ser valioso. Ser suficiente debería ser eso: suficiente.

Quizás la verdadera rebeldía hoy sea aceptar lo que uno es: sin adornos, sin excesos, sin espectáculo.

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